Hola lectores discontinuos y queridos: amigos, mami, papi. En fin. Algo tengo que postear, así que para salir del modelito hasta ahora establecido nos jugamos con algo re loco (¿).
Matías- Pasa que el turco disfrutaba de escupirle el asado a Dios.
Sergio- Sí, encima de turco, ateo, el hijo de puta. Lo extraño, che.
Sebastián- Hace poco mandó una carta con tres o cuatro fotos, en las que salió barbudo a más no poder… pero el turco no era ateo, Sergio.
Sergio- A, ¿no?
Matías- No, era agnóstico.
Sebastián- Exacto, agnóstico y de Boca.
Sergio- Decime vos, agnóstico, turco y bostero. Pobre muchacho. Tenía todas las de perder…
Pablo- Pasa que, digamos, igualmente a él no le convenía mucho la posible existencia de algún Dios.
Matías- Y si, capaz que salía perdiendo, pobre turquito. Además, una confirmación así en un tipo como él sólo era una condena a la servidumbre. Nada más. Nada de salvación eterna, o de inmortalidad. Por eso que no le convenía. Era demasiado consecuente.
Sergio- Medio anarco, el turco. No quería a nadie por encima suyo, parece.
Sebastián- Pero tampoco por debajo. Era algo así como un Iván Karamazov de estas pampas.
Matías- Claro, puede ser, tenía una actitud frente a la vida que lo volvía parecido a Iván. Pero no hay que olvidarse que el turco no era ruso. Era turco, bien turco.
Pablo- Lo mataba el déficit sanguíneo, ¿decís vos?
Matías- Más bien lo contrario. Iván, ya por ser ruso, estaba condenado al tormento. Para atormentarse nada mejor que un ruso. El turco no tenía esa capacidad. No podría terminar tan incurablemente insano.
Sergio- Bueno, para el carro, que los últimos días de Iván no están, ni estarán, por desgracia, escritos.
Pablo- Y ahí Dios nos escupió el asado a nosotros.
Sebastián- Los grandes escritores tendrían que estar imposibilitados de morir hasta que no terminen de poner en papel su última palabra.
Sergio- Debería ser como en ese cuento de Borges. ¡Si, no me miren así!. El del tipo que va a ser fusilado, y Dios, de onda nomás, le frena el tiempo por un año, cosa que termine su obra.
Sebastián- Me acuerdo… y después del año, libro mentalmente terminado, del paredón no se salva ni mierda. Cuanto sarcasmo divino, tenía que haberlo dejado publicar, por lo menos.
Sergio- Bajo el sello de Ediciones Cielito lindo.
Pablo- ¿Y cómo se llama el cuento?
Sergio- No me acuerdo, preguntale a éste que debe saber.
Sebastián- Ni la menor idea. Dame un pucho, Pablo.
Pablo- Vos siempre manguenado puchos.
Sergio- Che, ¿el turco se fue por lo de la beca esa, no?
Matías- Si, a Portugal. Sigue ahí.
Sebastián- No sé porque, pero siempre que pienso en el turco me acuerdo de los puchos de mierda que fumaba.
Matías- Es cierto, nos perfumaba cualquier habitación con esas porquerías. Anda a saber de donde las sacaba.
Sergio- Contrabando, si era un turco agnóstico y bostero, que podes esperar.
Pablo- Ahora, yo me quede pensando en lo de hace un rato, ¿para que carajo publicar? Qué vicio desagradable ese.
Sebastián- No hay quórum para una conversación de ese calibre. Bah… aunque se podría resumir rápidamente en que el arte es como una puta, ¿me entendés?, y el artista vendría a ser su proxeneta, su fiolo. De ahí esa necesidad de pasarla por la mayor cantidad de camas posibles.
Matías- Vos y las putas, Sebastián. La cosa es mucho más sencilla, loco, se publica para pagarse lo fernets, y ganar minitas de ser posible. Cita textual de Borges.
Sergio- ¿Loco incluido?
Matías- Loco incluido.
Sergio- Mira vos, yo me la hacia más de Capusotto.
Matías- No, no. Es de Borges. Que grande el viejo.
Pablo- Al turco mucho no le caía.
Sebastián- Tenemos algo de experiencia en esto. Somos cuatro, hay botellas en la mesa. La cosa puede terminar mal, no se jode con Borges.
Matías- Sebastián tiene razón, mejor injuriemos a algún enemigo común.
Sergio- ¡Yo, yo! Saramago.
Sebastián- ¿Y a vos que te pasa ahora con Saramago?
Sergio- O sea, lees las intermitencias de la muerte, y este otro, informe sobre la ceguera. Bueno, en uno, nadie se puede morir. Y en el otro todos quedan ciegos. Medía pila, encima la idea da hasta para un cuento, pero de ahí a una novela… pfff, es un abuso, te pasaste en vueltas, papá.
Matías- Creo que, mal que nos pese, esta vez tiene un punto. Pero por las dudas no lo grites por ahí, que algún saramaguense va a querer boxearte.
Sergio- Y son los únicos que leí, pero sospecho oscuramente que todos deben ser más o menos parecidos.
Sebastián- Que pelotudo que sos.
Sergio- Vos también, bobo. Sabes que te quiero.
Sebastián- Y yo a tu novia.
Pablo- Todos queremos a Sofía, che. No nos excluyas.
Matías- Nunca voy a entender como esa mina te dio bola. Nunca.
Sergio- Tengo lo mío, muchachos. Pero no desesperen que hay primas de Sofía para todos.
Sebastián- ¿En serio?
Sergio- En serio.
Matías- ¿Y que tal están? ¿Mantienen la genética de Sofía o han sufrido cierta involución natural?
Sergio- Más buenas que comer pan con dulce. Che, ¿involución natural? Una especie de para-darwinismo.
Pablo- Darwinismo elevado a la menos uno.
Sebastián- ¿Cuántos añitos tienen las primitas?
Sergio- La mas chica 15, la del medio 19, y 25 la más grande. La del medio es el climax.
Matías- Este hijo de puta se calienta con las primas de su novia.
Sergio- Es perfectamente normal, che. Pasa que las veo parecidas a Sofía y me dan cosita.
Pablo- Ey, ¿se acuerdan de que el turco quería sacar su mujer promedio?
Sebastián- Si, computando a toda mina que le gustaba para obtener una que sea, digamos, la cruza de todas
Sergio- ¿Cómo si fueran perros?
Matías- Que enfermo.
Pablo- Era un vanguardista. La metafísica nos asegura que existir la mujer promedio, que sería algo así como ese punto a la que todas parecen aproximarse.
Sergio- ¿El modelo original, decís?
Pablo- Claro, eso que te gusta de Sofía pero que no es sólo Sofía. Eso que te gustó de Mariana pero que no era solamente Mariana.
Matías- Vos también estas enfermo.
Sebastián- Para, dejalo seguir que hoy hablo poco. Instruyámonos.
Sergio- Yo te entiendo, Pablito. Estas en la noble búsqueda de un quinto elemento. No les hagas caso.
Pablo- La mitológica mujer promedio.
Sergio- Elemental suena más lindo.
Pablo- La mitológica mujer elemental. Si, puede ser. No se que haría sin vos, Sergio.
Matías- No ves que al final son unos histéricos, unos vuelteros. Peor que las minas.
Sebastián- Unas nenitas.
Sergio- Más respeto, que acá tenemos entre manos toda una nueva alquimia.
Sebastián- ¿Y sabes por donde te voy a meter tu nueva piedra filosofal?
Matías- Che, ¿alguno tiene puchos?
Pablo- Terminé el último.
Matías- La puta. Vamos, Sebas, acompañame.
Sebastián- Dale. ¿Ustedes quieren algo, nenas?
Sergio- A tu hermana.
Pablo- Y a la amiga de tu hermana.
Sebastián- Listo, philip morris de 20, y mi hermana con carlita. En 15 volvemos, muchachos.
Matías- Toma, Pablo. Pone llave cuando salgamos.
FIN.